En España, la mayoría de las veces, puedo adivinar la orientación política de una persona por cómo reacciona cuando le digo que soy estadounidense. Los que se deshacen en alabanzas y cuentan cuánto admiran a Estados Unidos suelen ser más bien conservadores, mientras que los que muestran su escepticismo tienden a ser de izquierdas. No es una verdad absoluta, desde luego, porque la gente que ha vivido un tiempo en Estados Unidos suele tener una opinión bastante positiva de mi país, algo que me resulta muy alentador. Y desde que Trump llegó al poder, he descubierto que los españoles son comprensivos y separan sus sentimientos respecto al pueblo y el país de los que les despierta el actual presidente.
Algo similar ocurre cuando se pregunta a los estadounidenses sobre la Unión Europea, salvo que allí son los izquierdistas y liberales (liberales en el sentido norteamericano de la palabra, es decir, progresistas) los que se derriten con la UE. La gente de derechas puede manifestar cierto desprecio e incluso burlarse de ella. Aunque el hecho de que el presidente Trump llamara “enemigo” a la UE es, por supuesto, una afirmación sin precedentes y llena de ignorancia, esos sentimientos negativos hacia Europa se han estado gestando durante años entre los conservadores y ya han aflorado en alguna ocasión, en especial durante las tensiones transatlánticas a propósito de la guerra de Irak. (leer articulo aquí)
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