Herman Cain y el romanticismo por los “outsiders” de Washington

Herman Cain y el romanticismo por los “outsiders” de Washington

El titular de The Onion dice todo sobre la campaña suspendida de Herman Cain: “Los rumores de una aventura extramatrimonial acaban con la campaña de un candidato presidencial que no sabia que China tiene armas nucleares.” Sinceramente, ha sido difícil imaginarle llegando a ser el candidato Republicano, incluso antes de sus momentos torpes. A pesar de nunca haber sido un candidato serio, ha beneficiado de la obsesión que tenemos los estadounidenses por los candidatos que son “Washington outsiders” o sea, los que no forman parte de élite de Washington D.C.

Es como el sueño Americano: nos gusta pensar que cualquier persona puede llegar a ser el presidente. Creo que este sentimiento existe en cualquier democracia, pero el sistema político de España no permite que cualquier candidato se presenta para encabezar la lista de un partido. Por otro lado, es más factible empezar un partido nuevo aquí en España que en EE.UU.—pero en los dos países es difícil si no imposible llegar a la presidencia así.

La verdad es que tenemos una idea romántica de mandar alguien a Washington desde fuera para reformar el sistema, algo que fue el gran promesa del Presidente Obama, quien aprovechaba de ser un “outsider” durante su campaña, no solamente por sus dos años en el Senado sino por ser el primer candidato Africano-Americano con posibilidades de ganar.

Este romanticismo por los “outsiders” tiene sentido dentro de nuestra cultura de individualismo—solamente hay que ver unas películas estadounidenses (incluso, el clásico, “The Outsiders” de los 80) para observar el típico héroe americano: de Superman a  Bruce Willis, nuestros héroes suelen ser gente de fuera del sistema de poder y rebeldes que rompen las normas.

Volviendo a la política, según a Matt Bai del New York Times, “el origen de la obsesión estadounidense por el estatus de ser de fuera de Washington de ambos partidos, es la época dominada por Vietnam y Watergate, cuando una generación de estadounidenses parecían decidir—¿y quien podría culparlos, realmente?—que los instituciones de Washington necesitaban una intervención seria.”

Pero Bai también nota que muchas veces tenemos los “insiders” (los de dentro de Washington) que fingen ser “outsiders” y “outsiders”  que fingen haber aprendido el juego de los de dentro. Entonces, a pesar de ser de un hijo de un presidente y de la poderosa dinastía política, George W. Bush también presumía de sus raíces tejanos que le otorgaba del estatus “outsider”. Bill Clinton, Ronald Reagan y Jimmy Carter también podrían reclamar sus credenciales de ser de fuera de Washington—los tres gobernadores de estados grandes y pequeños.

Muchos han notado que técnicamente Cain tampoco era tan “outsider” por sus años en Washington como lobbyist. Sin embargo, su campaña dirigida con la misma falta de experiencia que tiene él como candidato, le destacó y confirmó como el candidato más lejos del establecimiento. Eso más sus declaraciones descaradas, su carisma y su conservadurismo fue suficiente para darle su turno como candidato del momento—o sea, el alternativa a Mitt Romney durante unas semanas—y entonces, sufrir el escrutinio profundo que acompaña cualquier candidato serio para la presidencia del EE.UU. Nuestra sistema de primarias asegura que el candidato elegido al final está investigado profundamente para minimizar las sorpresas en la campaña general.

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