Hace unas semanas estuve a punto de llorar delante de mis alumnos.
Había oído que se había producido otro tiroteo en mi país pero, por diversos motivos, no había podido enterarme bien antes de entrar en la clase de diplomacia pública que estoy impartiendo este trimestre. Justo antes de empezar, un estudiante que suele sentarse en primera fila dijo que quería hablar del tiroteo y, presumiblemente, de cómo afecta a la imagen de Estados Unidos en el extranjero. (leer Artículo en EsGlobal)