"A mediados de los 90, una joven perteneciente a una hermandad de mujeres (esas organizaciones de estudiantes que tienen nombres de letras griegas) de la Universidad de California en Los Ángeles dijo que había sido víctima de una violación colectiva a manos de un grupo de chicos de una fraternidad durante un viaje a Palm Springs. La joven no era de mi casa, Delta Gamma, en la que empecé a trabajar de consejera a los pocos años de graduarme, pero la noticia me resultó igualmente indignante y desgarradora. Fui a una reunión de consejeros esperando encontrarme con la misma furia que sentía, pero acabé teniendo que escuchar a un hombre de pelo blanco que hablaba con nostalgia de los días en que las “chicas” tenían que estar de vuelta en casa a medianoche. “¿Y vosotros los chicos?”, salté. Pero era la única que tenía ganas de pelea y, al final, la mujer no presentó ninguna demanda porque esa noche había estado fumando marihuana. En efecto, un grupo de hombres se fie de rositas después de haber violado a una mujer porque ella se había fumado un porro." (leer en en EsGlobal)